Poco a poco la rutina se vuelve parte de mi sistema de nuevo (Como detesto despertar para hacer todo con prisas)... El Celular comienza a sonar una y otra vez a lo largo del día, el metro siempre a reventar de gente, gente, gente, gente, más gente corriendo, mirando a todos lados mientras apura el paso.
Puedo oír las olas...
Camino despacio, miro a la gente que me devuelve miradas cargadas de curiosidad, rencor, timidez, suspicacia... Oigo nombres extraños (los venezolanos tienen una habilidad extraña para crear nombres, casi como los elfos), me tropiezan, intentan competir conmigo (Como si la prisa me importase).
Puedo sentir el sol acariciar mi piel, hasta hacerme cambiar de color...
Observo a los hombres a mi alrededor. Muchos de ellos parecen tristes, otros parecen enfermos mentales y hasta enfermos sexuales (no lo sé), otros parecen tan encerrados en sus rutinas que no se percatan que los observo. Veo trajes y zapatos, camisetas, camisas, collares, anillos, celulares en cinturas, y casi todos llevan audífonos para poder aislarse de la sociedad... ya no usamos las mentes.
Puedo sentir una mano tibia sobre la mía y una voz pidiéndome quedarme... mi corazón deseando poder hacerlo y no volver a la ciudad y a la rutina... deseo haberme quedado en el mar.
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