Caminó por la penumbra, esperando no ser escuchada por ellos,
calculó sus pasos para no hacer sonar la madera bajo sus pies y oía atenta los ronquidos para saber que todo seguía bien. Todo Normal.
Se escabulló por la grieta en la pared, como hacía cada noche desde hacía un año... Nadie podía decirle nada una vez dentro. Era su espacio, su lugar secreto. Allí escribía, leía, bailaba. Podía olvidar que todos en el mundo eran extraños que se metían en su vida sin pedir permiso. La violaban en muchos sentidos: ensuciaban su espacio, rompían sus sueños, quebraban su esperanza... Una y otra vez ella era usada como esclava para ellos: limpiar, servir, callar. Aquí era agradable, la luz de la vela le permitía ver un poco más allá del fulgor.
Esa noche llegó como todas las noches, y tomó el libro que leía, se sumergió en las palabras y soñó que era la pirata de la historia. Era fuerte, poderosa, valiente. Nada podía detenerla. Era una heroína con botas, una espada y pañuelo amarrado en la frente. Tomó esa noche la decisión, después de terminar la novela.
Subió con cuidado las escaleras y caminó en la oscuridad. Oía los ronquidos aún, pero ya no la asustaba que la oyeran. Tomó un bolso de lona y lo llenó con sus pertenencias. Bajó a la cocina y metió en una bolsa de compra de tela manzanas, pan, queso y una salchicha seca que tanto les gustaba a esos hombres. Vio sobre la mesa la cartera que contenía monedas del señor de la casa, y le robó varias. Las necesitaría luego.
Salió por la puerta trasera y se zambulló en la noche... ahora ella era la pirata.
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