jueves, 30 de agosto de 2012

Ángeles y Demonios

Tenemos que aprovechar el poco tiempo que tenemos... Dijo ella con su suave y melodiosa voz. Tu sólo asentiste y pensaste que querías prolongar el tiempo que se les daba. Tendió su mano hacia ti y te propusiste  ser el hombre más maravilloso de la tierra, sólo por y para ella. 

Antes de la noticia, no sabías realmente qué sentías por la dulce chica de rubios cabellos y angelical voz, porque tenías a la vez a la chica de tus sueños de piel tostada y cabellera oscura, puro exotismo y pasión. Realmente pensabas abandonarla, pues ya no soportabas las odiosas mañas que guardaba dentro de sí: su afición a tararear mientras lavaba los platos, hablar dormida, sus experimentos en la cocina. Odiabas su abrigo amarillo que la hacía ver enferma, detestabas sus libros apilados junto a la cama, no soportabas que no supiera valerse por sí misma... Todo lo que amabas de ella se había desvanecido.

La otra tenía la pasión corriendo por sus venas: alocada, salvaje, sexual, sensual. Era todo lo que admirabas en una mujer. Y ella se fijó en ti cuando ibas en el vuelo en el que ella viajaba. La fiera indomable que te hechizó con sus maneras decididas y bruscas. Era todo lo que tu ángel no era.

Esa tarde en el café todo cambió, pues llegaste con un discurso bien estructurado donde la dejabas con todo, sólo querías irte con la belleza caribeña. Pero ella partió en llanto antes de que pudieras decirle. Los papeles lo dejaban claro.. quedaba muy poco tiempo en el mundo para ella... y para ti quedaba todo el tiempo del mundo.

Fue allí donde por fin viste su belleza: con sus rubios y largos cabellos, su tez casi transparente, y sus grises ojos, que te decían lo mucho que te necesitaba. Por eso la amaste en un principio... ella te necesitaba, y te hacía sentir el príncipe heróico y ella la dulce princesa encerrada en la torre. Y viste en tu mente a la fiera que habías buscado porque tu pasión había muerto... Tampoco ella era a quien buscabas... te buscaste a ti mismo en ese avión.

Así que comenzaron a caminar por las tardes. Leyeron todos los libros que se les antojó, después de todo, no necesitaban más para estar en armonía. Cocinaron juntos todos los días y probaron comidas exóticas. Se abrazaron cuando hizo frío y lloraron juntos viendo películas independientes. Fueron inmensamente felices durante esas semanas, donde estuvieron juntos sin prisas, o tapujos, sin penas. 

Hasta que ella ya no pudo más, no aguantó el dolor más tiempo y se partió como una figura de porcelana. Ambos sabían que pasaría, y estaban preparados para este momento. Pero tu deseabas tenerla por siempre, pues sin ella ya no eras el príncipe, pasaste a ser sólo un humano más en la faz de la tierra, mientras que ella por fin llegó a donde siempre perteneció: al cielo con los ángeles.


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