Las personas somos seres complejos, olvidamos cumpleaños y fechas especiales, olvidamos números y cosas que teníamos que hacer. La memoria es frágil. Olvidamos. Sin embargo, tenemos que sufrir para tratar de olvidar cosas que nos hacen daño, que nos producen ganas de llorar y gritar, nos cuesta olvidar las injusticias, los malos amores, muchas cosas del pasado.
Algunos dicen que es más fácil olvidar mil acciones buenas que una sola mala.
Yo me he empeñado en olvidar, y olvidé por completo por qué no quiero recordar más.
¿Por qué es que estaba queriendo olvidar?
¿Cómo es que iba la cosa que no me deja dormir por las noches?
Se me olvidaron tus ojos, tu boca, se me olvidó hasta tu olor.
Y de repente me di cuenta, cuando abrí la gaveta del pasado, ya no me importaba que fueras tú quien me había lastimado, y me sigue dando igual. Ya no eres importante, y pienso en ti sólo como una persona más en el planeta. No apareces en mi mente más que el vecino o el señor del abasto.
De pronto olvidé en el proceso de olvidar, y me siento extrañamente vacía, como si nada se hubiese acabado, pero todo hubiese llegado a su fin. Comprendí que estaba tan enfocada en olvidar, que ya no me acuerdo qué estaba olvidando.
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