Ven, baila conmigo esta canción...
Sabes que es mi favorita y que adoro mover mis caderas mientras miro a tus ojos,
muerdo mis labios,
tocas mi espalda y acaricias mi cabello.
Tu sabes que la música me mueve,
mucho más allá de lo permitido mentalmente,
y ahora sólo quiero sentir las melodías girando en mi cabeza.
¿Qué importa si llueve?,
¿Qué necesidad hay de estar rodeados de gente?
Sólo baila conmigo, sin importar donde, sólo baila.
Bailemos sólo una vez, o dos, o tres, ¡no importa!
Hagamos que la noche sea eterna,
cambiemos el rumbo de nuestras vidas por una noche,
y dejemos que el ruido nos envuelva en su manta,
para irnos los dos bailando en la oscuridad.
Foto by: ~fbuk
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miércoles, 6 de julio de 2011
martes, 5 de julio de 2011
Jugamos
Muérdeme, haz eso que sabes que me gusta...
Sí.. así... una vez más...
Una y otra vez entre gemidos puedo pedirte las cosas,
como si no te hubieses memorizado mi cuerpo,
y te conocieras hasta mi último lunar,
siempre sabes qué teclas presionar en mí para lograr lo que deseas...
Pasión, deseo, amor...
Puedo gemir hasta quedarme sin aliento,
gritar de placer y hacer que mi garganta se quede sin voz,
mi cuerpo sabe curvarse bajo ti,
y el tuyo sobre el mío.
Un toque, un roce, una caricia...
Mordidas, besos, lamidas...
Todo comenzó inocentemente hasta que llegamos a ese juego que jugamos...
Un placer conoceros, señor.
lunes, 27 de junio de 2011
Pasado
Miro como llueve, y te acercas a mi, sosteniendo un café que sabes que no tomaré...
Quiero caminar bajo la lluvia, empapar mi piel... correr por la arena mojada y terminar empegostada con agua, arena y sal.
Sonrío a tus ojos que me miran...
Tus ojos.. Esos ojos por los que durante tanto tiempo hubiese dado lo que fuera por tener a diario en mi vida... y que ahora me parecen vacíos, sin nada que ofrecerme...
Hemos crecido, hemos avanzado en el tiempo, en diferentes direcciones, y aún así, nuestros destinos coinciden una que otra vez para poder contarnos mutuamente lo bien que nos va sin el otro.
Miro en ese ámbar mi reflejo y retiro mi mirada al café.. como sabes bien, no tomo café, y aún así, siempre ordenas lo mismo para mi... esa maña tuya de pedir lo que los otros odian... mi maña de dejarte escojer por mi. Quizá por eso no coincidimos en la vida más seguido.
Te amé, te adoraba como si fueses sagrado, idolatraba tu risa, y esperaba ansiosa tu llamada, a diario... ansiaba ese beso que se da tan suave que nunca dura.. ese beso que siempre llega cuando nos vemos, aunque nuestros corazones no lo anhelen.
Me despido de ti, y camino bajo la lluvia, sin paragüas... Necesito lavar tu olor y tu piel... cualquier indicio que me haga pensar en ti... No quiero volver a pensarte en otros tres años, cuando vuelvas a mi camino una vez más... sin quererme realmente, y sin quererte yo a ti.
Quiero caminar bajo la lluvia, empapar mi piel... correr por la arena mojada y terminar empegostada con agua, arena y sal.
Sonrío a tus ojos que me miran...
Tus ojos.. Esos ojos por los que durante tanto tiempo hubiese dado lo que fuera por tener a diario en mi vida... y que ahora me parecen vacíos, sin nada que ofrecerme...
Hemos crecido, hemos avanzado en el tiempo, en diferentes direcciones, y aún así, nuestros destinos coinciden una que otra vez para poder contarnos mutuamente lo bien que nos va sin el otro.
Miro en ese ámbar mi reflejo y retiro mi mirada al café.. como sabes bien, no tomo café, y aún así, siempre ordenas lo mismo para mi... esa maña tuya de pedir lo que los otros odian... mi maña de dejarte escojer por mi. Quizá por eso no coincidimos en la vida más seguido.
Te amé, te adoraba como si fueses sagrado, idolatraba tu risa, y esperaba ansiosa tu llamada, a diario... ansiaba ese beso que se da tan suave que nunca dura.. ese beso que siempre llega cuando nos vemos, aunque nuestros corazones no lo anhelen.
Me despido de ti, y camino bajo la lluvia, sin paragüas... Necesito lavar tu olor y tu piel... cualquier indicio que me haga pensar en ti... No quiero volver a pensarte en otros tres años, cuando vuelvas a mi camino una vez más... sin quererme realmente, y sin quererte yo a ti.
miércoles, 15 de junio de 2011
El fuego
Y entonces el sol salió por el horizonte y ya nada quedaba del fuego ardiente...
Comenzó como una pequeña chispa. Chiquita. Nada especial. Las cosas empezaron esa noche con un pequeñísimo e instantáneo momento que estaba destinado a generar una bola ardiente de calor, y su inmensidad nunca fue sospechada por nadie.
Realmente así comienzan la mayoría de estas historias, un él y un ella que se conocen y surge esta pequeñísima chispa. Una mirada furtiva en medio de una multitud de gente. Un tropezón equivocado muy adrede. El roce en una mano. Como todos los cuentos, él y ella se pertenecen. Por una noche. Por toda una eternidad.
Un disculpa mirando atentamente a los ojos. Una sonrisa furtiva. Invitación a un baile, siendo lo más macho él, lo más sensual ella. Bailaron un rato hasta que ella le susurró al oído que tenía sed. Se apuraron a la barra, y pidieron un trago. Se dedicaron a los movimientos de la noche en ese lugar pequeño, concurrido y ruidoso, tratando de no ser aplastados, pero agradeciendo la oportunidad de poder rozar sus cuerpos sin culpas. Otro susurro, pero fue él: vamos a un lugar más tranquilo. La chispa allí creció, y se convirtió en una tenue llama. El fuego de un encendedor.
Salieron de allí y en el frente del local se sentaron a hablar. Él es Ingeniero en algo. Ella es Comunicadora Social. Se preguntaron si les gusta el local. Es la primera vez que ella va, no sale mucho de noche, suele trabajar a esa hora. Él viene de vez en cuando con amigos ¿Tienes hambre? y se van a uno de los pocos lugares abiertos a esa hora a comerse una arepa rellena. Él la mira, ella se sonroja. Comen rápido y se marchan. En el carro de él se besan. La tenue llama se convierte en fuego que comienza a quemar los cuerpos de los dos. Se detienen y se miran. Es muy difícil aplacar el incendio que se viene.
De pronto él le pregunta si conoce el mirador, y la lleva. Después de estar allí en ese mirador besándose y consumiéndose, él la toma de la mano y se la lleva de nuevo, esta vez para su departamento. En silencio ella lo sigue, pues el fuego ya ha incendiado sus cuerpos. Pueden sentir el calor bajo su piel. Sienten las vibraciones que hace para ser liberado y consumido.
Lo que quedaba de madrugada comenzaron los juegos del calor. Se consumieron mutuamente. Y se amaron, ¿por qué no? Sin ropa y rozándose, mordiéndose, lamiéndose y gimiendo. Una. Dos. Tres veces. Como todo fuego, hubo explosiones. Ella lo abrazó y él la acurrucó un poco. Pero salió el sol por el horizonte, y el fuego ya se había extinguido. Sólo quedan las brasas tibias en una mañana fría y llena de cenizas.
Oriana Swidarowicz.
16/06/2011
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