Corrías sin saber muy bien a donde o por qué,
paso a paso tu respiración se agita
y sientes un ardor en el pecho que intentas olvidar
para avanzar sólo un poco más.
Tu camino sin rumbo te tiene preparado un destino, eso lo tienes claro
jamás lo has puesto en duda...
Te alejas más y más del punto de origen,
sólo piensas en ajustar tu respiración a las zancadas rápidas,
y te enjuagas el perlado sudor de la frente,
sintiendo la cálida brisa del verano.
Miras a un lado y ves la luminosa arena blanca y azulado mar,
dándote cuenta de que estás donde jamás has estado,
te detienes a mirar las olas y la espuma...
Te acercas para tocar el agua, cuando por fin despiertas,
en una cama conectada a todos los aparatos que te mantienen vivo,
con pequeños y rítmicos sonidos que indican el correcto funcionamiento
de pulmones, corazón y cerebro.
No puedes mover nada excepto tus ojos,
y es un milagro que te encuentres vivo,
pero no paras de suplicar la muerte, por piedad, por compasión o misericordia...
Los mismos motivos por los que te mantienen vivo, y lo sabes bien.
Solías salir a trotar, sin embargo nunca llevabas nada contigo
que pudiera indicar quién eras,
así que después del accidente debiste quedar desfigurado,
pues ahora eres un Pedro Pérez cualquiera...
Y no puedes hacer nada más que soñar y domir mientras se curan tus heridas,
deseando pronta muerte o rápido alivio,
estar solo con tu mente ha sido tu mayor miedo,
pues siempre te concentraste en tus acciones y no en tus pensamientos...
Ahora el silencio rompe tu cordura y tu mente ya no soporta no tener nada que pensar...
Mas que correr junto al mar.
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